A pie de calle, el eco social es parecido al que expresan desde la asociación. El barrio de Es Fortí está densamente poblado y el estadio del Lluís Sitjar era un icono del mismo. Atrás quedan las tardes de gloria en que hinchas y futbolistas del Mallorca celebraban éxitos o lamentaban fracasos deportivos. Entre las barriadas de Es Fortí y las vecinas de Son Cotoner, Serralta, Son Dameto y Bons Aires suman unos 60.000 vecinos, lo que representa, según la asociación vecinal, el 15 por ciento de la población de Palma. No es extraño que ver al ver el símbolo, el estadio inaugurado en 1945, convertido en un amasijo de paredes que se caen, hierros desvencijados y escalinatas esportilladas provoque la alarma vecinal.
"El Ayuntamiento debe hacer algo, no sólo por seguridad e higiene sino para aprovechar una infraestructura ya hecha. No digo que deba ser una feria de muestras, sino otra cosa. El barrio, con esta imagen, pierde", señala Pedro Miquel, propietario de la farmacia vecina al campo, abierta desde 1973.
Como él, otros reconocen que el paulatino deterioro del edificio ha llevado aparejada la depresión de la vida vecinal, antaño animada. "El barrio se ha degradado. Antes había mucha vida aquí, se veía mucho movimiento", apunta Juan Company, propietario del Bar Company, abierto en 1969 y testigo en primera línea de la etapa solar de la zona.
"Hace 42 años la zona estaba despoblada. Se veía sa Vileta desde aquí. Es Fortí ha crecido mucho. Cuanto antes se arregle el estadio, mejor", insistió.
Cambio de planes
La complejidad en la compra del Lluís Sitjar –un espacio privado en manos de muchos propietarios– y el tener que seguir abonando 800.000 euros a AENA en concepto de alquiler como sede del recinto ferial condujo al Govern de Antich a tomar una decisión más ajustada a la economía de crisis a finales de julio. El Palma Arena se convertirá en la sede para celebrar ferias simultaneando sus otras funciones. Desde el Ayuntamiento se comprendió la decisión si bien insistieron, e insisten, en que "es necesario actuar en la zona, dotarla de infraestructuras, mejorarla, aunque hay que ver cómo se actúa".
La reciente aparición de okupas en el Lluís Sitjar añade más leña al fuego, aunque los vecinos, mayoritariamente, expresan su piedad por la situación de los inmigrantes a quienes no ven como un "problema".
La semana pasada, técnicos municipales de Benestar Social se desplazaron a la zona para hablar con estas seis parejas que viven en las ruinas del estadio. "Se hizo seguimiento para comprobar que no hubiera menores –que no los hay– y ver cómo se encontraban. Cort no puede actuar porque al ser un edificio privado son los dueños quienes deberían tramitar vía judicial la orden de desalojo. No es el mismo caso del edificio Flex, que sí es municipal", dijeron desde Cort. Los inmigrantes, okupas forzados por su precaria situación económica y laboral –sus trabajos son esporádicos recogiendo chatarra o aparcando coches–, agradecen tener un techo, aunque sea un amasijo de cascotes.
Article: Diario de Mallorca